Cabe resaltar que Aristóteles escribió dos tipos de textos: los destinados a la «publicación» fuera del Liceo o exotéricos (gr. exo 'fuera') y los utilizados como apuntes de clase o notas de conferencias, denominados esotéricos (gr. eso 'dentro'). Lastimosamente, solo conservamos los esotéricos, los cuales al ser una recopilación de sus apuntes, vuelven un poco complicada su lectura, pues faltan las explicaciones, las transiciones son abruptas, los argumentos quedan en ocasiones inacabados... leer a Aristóteles es duro, lo que explica en parte que sus textos hayan sido interpretados y comentados a lo largo de dos mil años.
Las actuales ediciones en griego siguen la establecida por August Immanuel Bekker en 1831. Hay que decir que apenas conservamos un tercio de lo que Aristóteles escribió (a menudo es difícil por tanto afirmar si es o no, por ej., un pensador sistemático o aporético). Aristóteles, por ej., escribió o dirigió la redacción de 158 «Constituciones» (gr. politeiai), de las que no nos ha llegado ninguna, con excepción de la Constitución de los atenienses, cuyo papiro fue encontrado en una excavación en Egipto en un depósito de basura.
Tras su muerte, sus textos (apenas tuvo una influencia inmediata) desaparecieron durante dos siglos. Luego aparecen en Atenas y después en Roma, donde el peripatético Andrónico de Rodas (siglo I d. C.) preparó una edición. Lo que nos queda de esos textos, por tanto, está determinado por la mano que preparó esa edición. Más problemática aún es la transmisión de llamado Corpus Aristotelicum (contiene las obras de Aristóteles más las de otros autores que dicen ser Aristóteles) a lo largo de la edad media: su influencia fue mínima a lo largo de la alta edad media, dominando el platonismo hasta alrededor del siglo XII, cuando las traducciones al latín de las traducciones al árabe (y a veces al siríaco) de uno o varios originales en griego, entran en los debates escolásticos de los centros de producción cultural medievales. Solo poco a poco se van depurando los textos con traducciones de originales más fiables.
¿Cómo establecer por tanto, en los restos que nos quedan, qué textos son y cuáles no son «originales»? Esto es imposible. En los últimos decenios se ha desarrollado una técnica muy sofisticada, llamada «estilometría» (aplicada a otros autores, como Platón), que determina, mediante el cómputo y estudio estadístico de determinados elementos gramaticales, qué textos son escritos por qué mano. Pero esto no asegura que se trate de Aristóteles. Además, la edición de Andrónico de la Metafísica, por ej., puede ser más una colección de textos que una obra concebida como tal por el mismo Aristóteles (esto lo ha dicho el especialista Jonathan Barnes). Las luchas ideológicas en el seno de la Iglesia durante la edad media en torno a la interpretación de Corpus Aristotelicum (el "cuerpo" de las obras de Aristóteles con temas como el problema de la inmortalidad del alma, eternidad del mundo y demás) hacen que nos planteemos la posibilidad de modificaciones en los manuscritos.
Lo que tenemos, por tanto, es algo que puede ser cercano a las notas de un filósofo, con algunas interpolaciones y manipulaciones del texto. Buscar el autor «original» o la «obra primigenia» es una tarea utópica.
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